8 de noviembre de 2007

"San Francisco IV"





San Francisco fue el tercer barco en el que nos tocó transitar el fantástico río "Amazonas". Veníamos de una increíble aventura en la selva, varios días de contacto con la naturaleza, caminatas, delfines, pirañas, dormir en el campamento que cada día armábamos al aire libre con cuatro palos, comidas improvisadas (un pollo al fuego, literal, y el infaltable arroz), éramos tan felices.....pero todo tiene que terminar.

El día que nos fuimos de la selva, donde tan tranquilas habíamos estado, donde reinaba la paz, llegamos a Manaus de regreso donde inevitablemente, empezó la corrida por tomarnos el último barco que salía para Santarém. Por supuesto que la "primera clase" (hamacas colgadas una arriba de la otra en una especie de galpón) ya estaba completa, con lo que sólo quedaba viajar en la "segunda clase", similar a la primera, sólo que abajo, al lado del motor, con los perros hambrientos atados a un poste por varios días, los pollos, los gatos, las pulgas (me saqué una del pelo) y el señor encargado de cortar, sobre un tronco, y, al lado nuestro, la carne que alimentaba a todos los tripulantes.

Colgamos nuestras hamacas, donde el olor a pis no era tan fuerte y emprendimos el viaje. La segunda clase es algo muy difícil de explicar. Los que viajan ahí, nunca suben a la terraza, se sienten excluídos, y ver eso era muy feo sinceramente. Pasar los días ahí abajo era insoportable, muchísimo calor, claustrofóbico. Los turnos de comida no pueden dejar de mencionarse. Una mesa inclinada, al lado de los baños (que la gente no creía necesario usar o si lo hacían era con la puerta abierta), al lado del motor donde abundaba el olor a diversos combustibles, y el ruido era realmente espantoso. Al rededor de 12 personas entran en la mesa, y una fila inmensa espera por su turno. Las bandejas de comida se deslizan por la mesa en declive, y cuando llega a la punta donde estamos nosotras ubicadas, solo quedan unos huesos de frango, un poco de arroz y tal vez, con mucha suerte, unos fideos y frijoles. Así transcurrían los días en el San Francisco, la mayor parte del tiempo estábamos en la terraza del barco con el resto de la gente.

El barco tenía algunos problemitas mecánicos. El primer día se rompió el timón pero lograron improvisar rápidamente uno que consistía un una cadena gigante que atravesaba el barco, pasando por los baños y por encima de la mesa en donde nosotras comíamos. Cabe mencionar que esta cadena impedía cerrar las puertas de los sucios y olorosos baños (reitero, pegados al "comedor").

El viaje siguió su curso normal hasta que de pronto el barco frenó por el viento y nos encallamos en la orilla de la selva. Si, así es, un barco enorme encallado! Esto ocurrió alrededor del medio día, y la gente rezaba a sus dioses agradeciendo que el barco se había estancado porque de otra manera se hubiera hundido. Algunos osados bajaron a asearse al río, otros prefirieron quedarse en el barco. A las horas de estar ahí, el agua de alrededor del barco comenzó a contaminarse por la liberación de los desechos. Asimismo, el agua potable se acabó y subieron agua del río para que no nos deshidratemos. Anocheció, y los reflectores del barco comenzaron a atraer a TODOS LOS BICHOS QUE HABÍA EN LA SELVA.

Un barco carguero enorme, de aproximadamente 100 metros vino a rescatarnos, pero no pudo y, para desesperación nuestra se fue, se alejó en la bruma.......... Esa noche me fui a mi hamaca con mi música a esperar la muerte..... El calor y la humedad eran insoportables porque al estar estancados, no corría el aire, No se podía prender la linterna para leer porque se te venían los bichos. Yo esperaba morirme en ese instante. A lo largo de la noche frenaron varios barcos que pasaban por ahí, y, la gente de la desesperación se iba. Nosotras por supuesto no teníamos plata para pagar otro barco con lo cual estábamos obligadas a permanecer ahí, a la espera de lo que el capitán, un señor no muy agradable para conversar, diera alguna solución. A todo esto se suma que a la yanqui, Annie, le habían robado, nuestros compañeros de la segunda clase, la máquina de fotos. La situación era bastante fea porque teníamos que dormir al lado de los malhechores. A falta de alimentos, algunos se bajaron del barco y mataron un buey, para alimentarnos a todos. Lo carnearon al lado de nuestras hamacas, pero eso ya era el paisaje diario así que no afectaba. Esa tarde, finalmente, llegó una especie de lancha que nos hizo de timón y nos condujo, a 1 km por hora, al puerto de Santarém, donde esperamos un día entero que arreglen el barco.
A pesar de todo esto, tengo que reconocer que el lugar, los paisajes y la gente con la que nos relacionamos fueron increíbles. Esto es sólo un recorte, el relato de una exagerada y solo se refiere particularmente a Sao Francisco IV. Hay mucho más más para contar, la selva, ese trayecto del río es alucinante.... otro día será.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

mientras la relatora cuenta la peor noche de su vida, en la que solo esperó morirse, acurrucada en su hamaca, escuchando su música, su amiga(yo), me fui para la terraza a observar los intentos de la lancha que intentaba salvarnos tras continuos fracasos. ¡Que asombro me llevé al enterarme que no reinaba un clima de miedo, desesperación y angustia (como era de suponerse), sino de alegría y baile! Se habia improvisado una fiesta entre los tripulantes y me quedé bailando toda la noche, a la luz de la luna y rodeada de todos los bichos nocturnos d ela selva amazónica.

Somos 5, pero somos miles. dijo...

Yo quiero aclarare a nuestros lectores que estas no son historias de ficción

Anónimo dijo...

no puedo creer que euge haya escrito.

Anónimo dijo...

Y todavia estoy ofendida sofi que no me despertaste para esa fiesta.