
Me topé con esta foto de casualidad. Me corrijo, no tan de casualidad. Estaba en una de las páginas de internet que identificó el mágico google ante mi búsqueda de "Honduras Tela Hotel Preluna". Debajo de la foto aparecía el siguiente epígrafe "Se vende casa de dos plantas en Barrio El Centro. En la planta alta funciona el Hotel Preluna con 10 habitaciones. En la planta baja funcionan 2 locales para negocio".
Y sí, efectivamente esta es la fachada del hotel Preluna, ubicado en Tela, la ciudad veraniega de Honduras. Me causó un tanto de conmoción. Porque la foto muestra una pulcritud y una quietud que esta lejos de reflejar nuestra experiencia en ese lugar. Y me suscitó una gran confusión. Porque mi primera reacción fue denostar de forma despiadada a las fotos en general, alegando que no pueden reflejar lo verdaderamente vivido, que no pueden reflejar acabadamente las experiencias de uno.
¿Cómo puede contarle a alguien lo vivido en el Hotel Preluna tan sólo con esta foto? ¿Para qué sirven las fotos entonces? ¿Para dar una aproximación distorsionada?
Pero luego reflexioné un poco más. Miré con tranquilidad la foto. ¡Y qué cantidad de recuerdos que se dispararon en mi cabeza tras la segunda mirada!
La luz tenue, la suciedad por doquier.
El aljibe en el oscuro patio trasero, conteniendo agua de dudosísima procedencia, utilizada por nosotras para cocinar fideos en una olla ya utilizada imposible de lavar (porque no había agua en el lavatorio, ni detergente, ni cubiertos).
El olor pestilente del baño que se hallaba ubicado exactamente en el mismo espacio físico que la cocina.
Los fideos que estaban ya listos, y que, tras nuestro primer bocado, comprobamos que tenían gusto a naranja (ya que los habíamos servido en platos sucios con esta fruta).
Las sábanas de gamuza, en una ciudad en la que, como mínimo, la sensación térmica era de 40 grados.
La televisión prendida en la “sala de estar” y un grupo de personas constantemente observándola.
La taxista que nos llevó hasta allí.
La caminata hasta la playa.
La playa (puajjjj)
El policía advirtiéndonos que nos querían robar.
El hotel lujoso por el que pasamos para soñar que teníamos dinero.
Ahora sí que se para qué sirven las fotos. Para ayudarnos a recordar. Para rememorar detalles que habían permanecido en el fondo de nuestras memorias. Agradezco haberme topado con esta foto. Aún cuando lejos esté de reflejar mis recuerdos.