29 de octubre de 2007

Amaneceres, atardeceres y escritores que sepan explicarlos...


Amanece en Canoa Quebrada


Atardece en la selva amazónica

Amanecer
de Jorge Luis Borges

En la honda noche universal
que apenas contradicen los macilentos faroles
una racha perdida
ha ofendido las calles taciturnas
como presentimiento tembloroso
del amanecer horrible que ronda
igual que una mentira
los arrabales desmantelados del mundo.
Curioso de la sombra tiniebla
y acobardado por la amenaza del alba
reviví la tremenda conjetura
de Schopenhauer y de Berkeley
que declara que el mundo
es una actividad de la mente,
un sueño de las almas,
sin base ni propósito ni volumen.
Y ya que las ideas
no son eternas como el mármol
sino inmortales como una selva o un río,
la especulación anterior
asumió otra forma en el alba
y la superstición de esa hora
cuando la luz como una enredadera
va a implicar las paredes de la sombra,
doblegó mi razón
y trazó el capricho siguiente:
Si están ajenas de sustancia las cosas
y si esta numerosa Buenos Aires
equiparable en comparación a un ejército
no es más que un sueño
que logran en compartida magia las almas,
hay un instante
en que peligra desaforadamente su ser
y es el instante estremecido del alba,
cuando son pocos los que sueñan el mundo
y sólo algunos trasnochadores conservan,
cenicienta y apenas bosquejada,
la visión de las calles
que definirán después con los otros.
Hora en que el sueño pertinaz de la vida
corre peligro de quebranto,
hora en que le sería fácil a Dios
matar del todo Su obra!
Pero otra vez el mundo se ha salvado.
La luz discurre inventando sucios colores
y con algún remordimiento
de mi complicidad en la resurreción cotidianaía
solicito mi casa,
atónita y glacial en la luz blanca,
mientras un pájaro detiene el silencio
y la noche gastada
se ha quedado en los ojos de los ciegos

Resplandor
Jorge Luis Borges
Siempre es conmovedor el ocaso
por vocinglero o apocado que sea,
pero más conmovedor todavía
es aquel brillo desesperado y final
que herrumba la llanura
cuando en su horizonte nada recuerda
la vanagloria del poniente.
Nos duele sostener esa luz tirante y distinta
que es una alucinación que impone al espacio
el unánime miedo de la sombra
y que cesa de golpe
cuando notamos su falsía,
como la validez de un sueño
cuando el soñador advierte que duerme

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Aún recuerdo cuando éramos un blog prolífico.
¿todo era un sueño y hemos despertado?
¿quedó en los ojos de los ciegos?

Anónimo dijo...

¿que palabras son dignas para comentar un poema de Jorge Luis?