14 de diciembre de 2007

DESMITIFICAR GUATEMALA (pensamientos desordenados)



Guatemala, de a ratos, parece ajena a ese aluvión norteamericano-occidentalista que caló hondo en la mayoría de los "países de la periferia". Tradiciones inertes, perennes, eternas, inacabables, algunas veces indescifrables (por lo menos para una ajena como quien escribe). Sin embargo, asoma lentamente ese aluvión que normalmente se asocia con lo correcto, con el perfecto modo de vida, como una panacea que provoca la emergencia de la "civilización". Así me lo dio a entender una amable mujer cuando viajábamos en un colectivo de la capital guatemalteca. “Tengan cuidado, ustedes son lindas, son blancas” me dijo, como si el color de piel fuera síntoma alguno de superioridad, como si ser indígena fuera sinónimo de ser atrasado. Me cuesta entender que hasta ellos mismos se hayan tragado ese cuento siniestro.

“Guatemala es violento” suelen vociferar ajenos, desmemoriados de la opresión y vejación (también potenciales formas de violencia) que ejerció el poder mundial sobre este remoto país, dejando secuelas casi inamovibles que aquejan día tras día a la mayor parte de la población que habita en este rincón del planeta.

“Guatemala es violento” retumba el epíteto. Miro alrededor y sólo encuentro a personas agradables y parcialmente apáticas, desentendidas de la lucha por el sufrimiento que vivieron en carne propia sus antepasados. Como esa pobre mujer. Y como esa noche en Antigua, cuando cuasi famélicas y sin dinero en efectivo, un empleado de una cadena de comidas rápidas norteamericana no dudó en regalarnos un menú especial a cada una de nosotras. Daban ganas de romper a llorar, ante la muestra cabal de que aún existe la filantropía, la solidaridad humana, en un mundo que se maneja en base a potenciales beneficios económicos y que se olvida de las nefastas consecuencias sociales que estos puedan acarrear.

¿Por qué entonces se empeñan en resaltar que “Guatemala es violento”? Es cierto que existe una porción de los oprimidos guatemaltecos que utilizan a la violencia como canalización o como vía diaria a la subsistencia. Y que ese grupo exiguo conlleva al pánico, al aislamiento, a la fragmentación del pueblo indígena. Un pueblo que, desde la llegada de los europeos, no ha tenido ni voz ni voto en el devenir de su historia. Que ha forjado figuras que enriquecieron la historia del hombre, como Rigoberta Menchú Tum, aquella mujer que no vaciló en defender sus raíces y las de la gran comunidad maya que habitó y habita este territorio. Un pueblo que, a su vez, ha dado espacio político (y un caudal importante de votos) al militar Otto Pérez Molina, quien accedió al balottage de la última elección presidencial con el lema “urge mano dura” como nave insignia. Un pueblo que cobija a seres que reproducen respuestas inentendibles. “¿Qué pasó con los maras?”, le preguntamos a un transeúnte en la ciudad de Guatemala, con una enorme dosis de temor (derivada de esa frase que nos retumbaba y que habla de “lo violento que es Guatemala”). “Y, por suerte no quedan muchos, mataron a la gran mayoría, limpieza social”, nos respondió, dejándonos obviamente atónitas.

Nosotros fuimos posibles víctimas de ese aire belicoso que se expande pero se exagera. Asumimos, con temor, el riesgo latente. Y quedamos encantadas con el país y con gran parte de su gente. Y no vemos la hora de volver.

¿Cómo desmantelar aquel mote que se le ha adjudicado a Guatemala? Difícil remover de un plumazo tanto resentimiento acumulado y entendible. Si reinase el bienestar y se desterrase la miseria, seguramente emergería la calma que necesitan los guatemaltecos. Si la pobreza se evanesciera. Si al menos todos pudieran vivir en condiciones similares. ¿Será algún día posible?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Mis loas, aplausos y admiraciones a la brillante autora de esta entrada. Un perfecta descripción de este misterioso y mágico país ... con sus "eternas" tradiciones, sus amenazas, y sus habitantes.

Nunca voy a olvidar nuetro fugaz paso por La Ciudad de Guatemala y el miedo que nos provocó.

La paz y la abundancia de culturas que emanaba el lago atitlán.

El día de shopping en chichicastenango, donde nos dejabamos fascinar por las bellezas producidas.

El despertar de la jungla en las ruinas de Tikal.

Y los viajes en Chiken Bus.

Aquellos translados en colectivos pequeños e incómodos, por caminos de tierra semi destruidos, en los que creímos llegar a conocer, aunque sea a través de un filtro de cristal, la esencia de Guatemala.

Bravo!
(estoy isnpirada como para empezar a escribir mil entradas más. Eso e slo que provoca Guatemala)

Anónimo dijo...

Ansiosas estamos de leer nuevos posteos de tu autoría, cande!!!
Creo que Rigoberta se merece una entrada especial

Sofi bu, la yanqui, dónde estás? Queremos tus comentarios desde la distancia!!

Anónimo dijo...

Guatemala, cuna de la eterna civilización maya, albergue de Los Poqomchies, Tzutuhiles, Quichés y Cackchiqueles.
País pequeño geográficamente pero inmensa es su cultura, su pecado es ser vecina del marketinero e inmenso México, es por eso que muchos viajeros no llegan a conocerla. Lo que se pierden.

Anónimo dijo...

sos una genia pipi. cuando sea garnde quiero ser como tu.