14 de enero de 2010

En el principio





FAUSTO
He dejado atrás el campo y la pradera,
cubiertos por la oscura noche que,
con un miedo sacro,
lleno de presagios,
despierta en nosotros la mejor alma.
Los impulsos salvajes, con su impetuosa fogosidad,
se han sumido en el sueño.
Ahora despierta el amor humano
y el amor a Dios va animándose.
¡Quieto, perro! ¡No corras de acá para allá!
¿Qué olfateas aquí, en el umbral?
Túmbate tras la estufa,
te daré mi mejor cojín.
Así como en el escarpado sendero
nos divertiste con tus carreras,
deja ahora que te cuide
como a huésped tranquilo y bienvenido.
Ay, cuando en esta estrecha celda
la lámpara arde de nuevo,
amigable, en nuestro pecho hay claridad,
la del alma que se conoce a sí misma.
La razón empieza a hablar de nuevo
y la esperanza florece otra vez.
Se añoran los arroyos de la vida,
se ansía llegar a las fuentes de la vida.
No gruñas, chucho. El ruido animal no armoniza
con las sagradas músicas que ahora envuelven mi alma.
Estamos acostumbrados a que los seres humanos se rían
de lo que no entienden, a que rezonguen ante lo bueno y lo bello,
que a menudo les resulta fastidioso.
¿Gruñe también el perro como los hombres?
Pero, ay, ya no siento brotar satisfacción de mi pecho,
aunque ponga en ello el mayor de mis empeños.
¿Por qué tiene que secarse tan pronto
el arroyo y hemos de sufrir sed una vez más?
Ya he experimentado eso en muchas ocasiones,
pero sé cómo satisfacer esa carencia.
Aprendamos a valorar lo sobrenatural:
ansiemos la revelación, que en ningún lugar refulge
con mayores dignidad y hermosura que en el Nuevo Testamento.
Siento el impulso de abrir este volumen
con el texto original y,
con honesto sentimiento, traducir de nuevo
el sagrado texto a mi alemán querido.
(Abre el volumen y se dispone a leerlo.)
Aquí dice: «En el principio fue la Palabra».
Ya empiezo a atascarme, ¿quién me ayudará a seguir?
No puedo darle tanto valor a la Palabra.
Tengo que traducirlo de otra manera.
Si el Espíritu me iluminara...
Aquí dice: «En el principio fue el Pensamiento».
Piensa bien en esta línea, la primera;
que tu pluma no se apresure.
¿Es el pensa miento el que todo lo crea
y por el que todo se obra?
Tal vez ponga «En el principio fue la Fuerza».
Pero ya, al escribirlo,
algo me dice que no he de dejarlo así.
Me ayuda el Espíritu, veo cuál es su consejo
y escribo confiado: «En el principio fue la Acción».

de JOHANN WOLFGANG VON GOETHE


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