28 de abril de 2008

San Telmo, Buenos Aires y las Fechas de Caducidad











Los ingleses se aprestaron a avanzar sobre Buenos Aires . Ese fue su objetivo inmediato en las dos oportnnidades en que lo intentaron. Presupusieron la existencia de cierta resistencia, aunque desdeñable. La tarea, a primera vista, parecía en extremo fácil. Sin embargo, en ambas ocasiones, en el corazón del barrio San Telmo, se erigió el comienzo de una defensa sagaz y corajuda del territorio.

Durante la Segunda Invasión Inglesa, allá por Humberto Primo entre Defensa y Balcarce, Martina utilizó el alcohol que almacenaba en su pulpería como antídoto esencial para coartar la avanzada. Le ofreció dosis abundantes de este a cada uno de los doce soldados ingleses que se acercaron por aquella zona y, cuando estos perdieron el dominio de sí producto de la borrachera, les quitó las armas. Con la valerosa ayuda de sus tres hijas, los ató de pies y manos y los encerró en algunos de los cuartos de su casa.

Un año antes de la hazaña de Martina, Manuela, allá por la Plaza Mayor (la mítica Plaza de Mayo), no dudó un instante en acompañar a su marido, integrante de las filas del ejército de Liniers que se aproximaba a copar la Fortaleza (la renombrada Casa Rosada). Un hombre de las huestes anglosajonas disparó y mató en el acto a su hombre amado. Manuela, fuera de sí, dio muestra de sus agallas, y sin dudarlo, empuñó el fusil y vengó el nombre de su marido, dando muerte a quien había sido el asesino.

En 1806, el general vencedor sentenció con convencimiento"No debe omitirse el nombre de la mujer de un cabo de Asamblea, llamada Manuela la Tucumanesa (era nacida en Tucumán), que combatiendo al lado de su marido con sublime entereza mató un inglés del que me presentó el fusil", y tras esto le otorgó a Manuela el grado de Alferez y hasta goce de sueldo.

Un año más tarde, las tropas británicas resultaron nuevamente vencidas. Martina entregó a 11 de los 12 soldados que había capturado a Liniers. El duodécimo invasor faltante se ganó el cariño de una sus hijas, y Martina, como buena madre pidió a Liniers su liberación. Este le concedió el pedido y le otorgó a esta valiente mujer el grado de Sargento Mayor y la posibilidad de usar uniforme en contraprestación por su defensa de la patria.

¿Qué ha quedado de estas dos historias en el aire porteño?

La casa de Martina es una galería de arte.

A Manuela sólo se la conoce por el nombre de una calle porteña.

¿Seguirán rondando por los rincones de Buenos Aires?

¿Nos las toparemos en alguna callecita de San Telmo clamando por un poco de atención?

Leí hace muy poco que Buenos Aires tiene fecha de caducidad. Modificaría la frase y en su lugar diría: Buenos Aires impone fechas de caducidad. Al menos así lo hizo con Manuela Pedraza y Martina Céspedes, otrora heroínas populares, hoy presas de la indiferencia y del olvido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Brindo por Martina, por Manuela, por que ninguna ciudad ni ningúna heroína tenga fecha de vencimiento.