15 de marzo de 2011

Babel




De niña en clases de inglés aprendí a odiar a esos hombres tercos y ambiciosos que por un edificio me obligaban a ir a esa clase de la que tan poco entendía.

Un capricho, una discusión y toda la humanidad queda condenada a vivir en la incomunicacion y el mal entendimiento para siempre. El poder de la retórica queda notablemente disminuido y guerras enteras se pelean por una elección desafortunada de palabras.

Maldita babel.

Pero el hombre una vez más jugó a intentar saberlo todo: inventó el esperanto, produjo traductores, fundó escuelas de idiomas y a fuerza de la comercialización un idioma fue predominando sobre el resto. Y pareciera que casi lo logra, que con un poco de inglés uno tiene el mundo en sus manos.

Hasta que uno llega a uno de esos rincones donde sólo la lengua local vale. Todo es mas difícil: conseguir un cuarto, entender qué estas comiendo y sumergirte plenamente en la cultura. Como viajero uno se pierde los mil detalles que te da el escuchar conversaciones ajenas o quedarse dialogando con alguien en la plaza. Y ahí es cuando me identifico una vez mas con la chiquita frustrada y maldigo a los constructores de babel.

Aunque, por otro lado, Babel significó un cambio en el ADN de cada cultura. Se modificó la idiosincrasia, la percepción del mundo de cada pueblo y la manera en cada pueblo lo explicaba. El mundo, que antes estaba pintado de un solo color, se enriqueció con miles de matices y nuevas tonalidades.

Y gracias a eso ahora podemos tener la discusión sobre qué vino primero, ¿el idioma o la cultura? Ahora podemos deleitarnos descifrando las diferencias entre el vous me manquez francés y nuestro te extraño, delirando sobre las implicancias que eso tiene en la cotidaneidad de nuestras vidas. ¿Es que la percepción del concepto de extrañar es otra? ¿O simplemente la expresan distinto? ¿Es que ellos son más negativos y hacen foco en la carencia? Nosotros, que lo presentamos como una acción activa, ¿lo sentimos así? ¿O en realidad extrañar es algo a priori que toda la humanidad siente de la misma manera sin importar las palabras que usen para manifestarlo? ¿El idioma construye el mundo o simplemente lo refleja? 


Gracias a Babel ahora podemos jugar a identificar esas palabras intraducibles (como seudade, linger, agobiar) descubrir en idiomas lejanos sentimientos cercanos pero que no sabíamos que podíamos tener porque en nuestra lengua madre no tenía nombre.

Con Babel, nuestro mundo se hizo complejo, se hizo difícil, se llenó de obstáculos... pero también se hizo más grande, más rico y mucho más interesante.

Bendita babel.